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Las lágrimas del candidato

Puede que fuese impresión mia, pero me pareció ver a Alfredo Pérez Rubalcaba emocionado ante el anuncio de ETA de dejar las armas. En un momento de su comparecencia ante los medios en la sede del PSOE en Ferraz el candidato pareció mostrar cierta flaqueza al recordar a las víctimas de la banda terrorista, especialmente a las que se produjeron bajo su mandato como ministro del Interior.
Fueron apenas unos segundos en los que Rubacaba hizo una pausa y pareció temblarle la voz mientras leía el comunicado. Puede que sea una percepción personal, pero me dio la sensación de que se emocionó ligeramente (ver min. 2.10).
Lágrimas, quién diría que pudiesen convertirse en una herramienta de comunicación política. No se trata de 'obligar' a un candidato a emocionarse, ni de que lo haga a diario,  se trata de perder el miedo a mostrar los sentimientos en público, ya que estos pueden transmitir y evocar sensaciones positivas para en el electorado. Es un tema delicado y complejo. Depende mucho de las características del candidato, del tipo de campaña, el electorado, etc. Pero quizá haya lágrimas capaces de ayudar a ganar una elección.  No habría sido la primera vez que un político se emociona en plena campaña. Sin ir más lejos, en las últimas elecciones norteamericanas Hillary Clinton, cuando aún era candidata en las primarias, se emocionó durante un encuentro con demócratas en New Hampshire. Aquel arranque le valió a la actual Secretaria de Estado para recortar algunos puntos al precandidato, Barack Obama. Su emoción le hizo empatizar con parte de su público que la percibió como alguien más cercano y con los mismos sentimientos que ellos. Algunos expertos comentaron en aquel momento que había sido una buena técnica, pero que quizá fue utilizada antes de tiempo. Efectivamente, poco después, la que fuera primera dama, se desinfló, cediendo su lugar al actual presidente estadounidense -que posteriormente se emocionaría en público tras la muerte de su abuela
Quizá una lágrima, o al menos un mayor exponente de emoción en el candidato socialista le hubiesen hecho recortar algunos puntos en las encuestas. Habría sido un buen momento para recordar al electorado su labor al frente del ministerio del Interior. Además, habría logrado acercarse más aún a su electorado intentando trasmitir cierta emoción, alejandose de la frialdad con la que se suelen caracterizar los políticos.  
No debemos olvidar que la emoción, los sentimientos, las historias son lo que trasciende y el electorado interioriza más y mejor. En todos los discursos posteriores al anuncio, Zapatero, Rajoy, Urkullu o Patxi López, en cierta medida muestran mensajes 'previsibles' y ceñidos al guión, la emoción fue la gran ausente en todos ellos primó la cautela y la serenidad.


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